Muchos trabajos han ensalzado las cualidades de las frutas y verduras a la hora de prevenir las enfermedades cardiovasculares, la principal causa de muerte prematura en el mundo desarrollado. Todos han concluido que el alto contenido en antioxidantes de estos alimentos es la clave de este beneficio.
En cuanto al tomate, siempre se ha creído que lo mejor de esta hortaliza (en lo referente a la salud del corazón) es su alto contenido en vitamina C y licopeno.
Este último es un carotenoide natural que, aparte de dar al tomate su característico color rojo, también ejerce un efecto antioxidante. El licopeno sólo se libera cuando la hortaliza se cocina utilizando calor.
No obstante, hace 10 días, un equipo de investigadores del Rowett Research Institute de Aberdeen, en Escocia, reveló que el tomate crudo posee otro componente cardiosaludable cuyo modo de actuación difiere sensiblemente del de los antioxidantes (que reducen el daño causado por los radicales libres, unas sustancias muy dañinas derivadas de la oxidación celular).
Este nuevo elemento ha sido bautizado con el nombre de P3 o factor del tomate (como también lo denominan sus descubridores). El beneficio de la sustancia P3 reside en que actúa inhibiendo la agregación plaquetaria, de manera que también previene la formación de trombos que bloquean las arterias y los problemas cardiovasculares asociados a este fenómeno (infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares...).Por otra parte, este elemento, que se encuentra en la gelatina que rodea las semillas de los tomates, puede ser ingerido por casi todo el mundo, ya que no tiene los efectos secundarios que pueden provocar los medicamentos de efecto antitrombótico que se recetan habitualmente, como son molestias gastrointestinales o riesgo de hemorragias.
Los científicos escoceses administraron P3 procedente de cuatro tomates a un reducido grupo de voluntarios y observaron que la actividad plaquetaria de estos individuos se redujo en un 72%. Ninguno de los participantes experimentó efectos secundarios adversos.Aunque los autores de este experimento afirman que el tomate es la mayor fuente de P3 que conocen, esta sustancia también se encuentra en el melón, el pomelo y la fresa, aunque en menores proporciones.
En estos momentos, los científicos de Aberdeen tienen previsto realizar trabajos de mayor envergadura con esta sustancia. Además, quieren evaluar la posibilidad de poder obtener unas pastillas o unas cápsulas para poder usarlas como suplemento dietético.«Encontrar una terapia antiplaquetaria segura y eficaz que se pueda usar tanto para prevenir como para tratar estas patologías es, actualmente, una prioridad en medicina», explica el profesor Asim Dutta Roy, el director de este trabajo.
Fuente: Alejandra Rodríguez
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